Enterraré esas ganas locas de volver a llamarte por teléfono y esconderé
en una maleta la manía de querer estar contigo, para subirla a lo más
alto del armario y que se mueran alli de pena. Cuando sienta esas ganas
de salir corriendo hacia tu casa y buscarte, tiraré por el camino
contrario, a ver si caminando en la dirección opuesta esa absurda idea
se esfuma de mi cabeza. Cuando de repente me asalte el sentimiento de
volver a rozar tus labios, me morderé tan fuerte los mios que el único
sabor que habiten en éstos será el de la sangre roja y superflúa que me
recordará todo lo que un día me hiziste, y por si fuera poco, cuando
sienta ganas de abrazarte, pediré un abrazo a la persona más cercana que
tenga en ese momento y esos brazos, quizá desconocidos, me servirán de
ayuda y también de abrigo para olvidar las promesas que el viento barrió
sin pedir si quiera permiso. Cuando me asalten dudas, recordaré todas y
cada una de las palabras que desmentía las veces que habías dicho que
te estabas enamorando y asi será más fácil el sacrificio de cojer el
maldito teléfono que me acecha y no decirte cuanto es que te echo de
menos, Querido...
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