jueves, 27 de diciembre de 2012

Sencillamente, él.

Cuarenta tablones dirigidos a él. Noventa personas en un chat cuando sólo buscas a una. Ciento cincuenta números de teléfono en tu agenda, pero dejarías sólo su nombre. Trescientos ochenta libros en casa que te recuerdan vuestra historia, aunque sea sólo en una palabra. Quinientas canciones que te sabes de memoria y que no dudarías en compartir con él. Mil suspiros que sólo llevan un nombre. Tres mil sueños por los que pagarías por repetir una y otra vez. Horas y horas hablando por teléfono, viendo sus mensajes una y otra vez, la foto que os hicisteis, la que tienes guardada como el más preciado tesoro. Quince mil sonrisas dibujadas, una por cada vez que recuerdas su olor, otra por cada vez que oyes su risa, una más por esas veces en las que te dice que no hay nada más que tú, otra por cada vez que os miráis y deja de existir el mundo. Y hay muchas estrellas en el cielo o personas en el mundo, pero es que me da igual que me digan que él no es para mí, porque voy a seguir queriendo ver esa sonrisa y voy a seguir pensando que dependo de él como una completa imbécil.

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